Calabrese, Claudio; Junco, Ethel y Santasilia, Stefano. (Editores)
El mito es un relato sin cuándo y para siempre. Una de las notas del mito es su atemporalidad. Sin embargo, su suspensión temporal abre inmediatamente a su amplitud y a su generosidad. La remisión al origen que implica el retorno al punto incausado, en el cual despuntan el universo y sus seres, no pretende ser instante de permanencia, sino de proyección; si el fin esta´ en el principio y allí´ retornaremos, el tiempo es la sustancia en que se escribe y se representa el viaje de la vida. El único rasgo temporal del mito se encuentra, en realidad, en quien escucha o, ma´s solitariamente, lee; esto nos vuelve a la vida actual del mito, sea que la sustancia la provea Virgilio, un relato carolingio, Elena Garro o la Guerra de las Galaxias. El texto es memoria y a su vez engendra memoria. Es memoria porque fija la materia sutil de la experiencia en narraciones completas, reales o ficticias, heroicas o burlescas. Pero no solo es memoria porque pretende reconstruir, no perder, fijar y actualizar en la repetición; esa sería una mera función retrospectiva. Todo texto es memoria porque lanza a futuro, como el arquero, para hacer un blanco muy lejos y adelante; | en un texto hay voluntad de edificar, de erigir una pirámide de permanencia, imbatible, sagaz. Ese es su destino cultural: ofrecernos una verdad posible, ligada a su principio, pero mejorada en la intangibilidad del futuro. Intento de los autores ha sido lo de trazar sus fronteras, en tanto que la frecuentación de mitos no acaba en si´ misma, sino que se prolonga en otras. Por esta razón, cada uno de los capítulos nos colocan ante una experiencia arquetípica. |